Por AWQAY
Mientras en Buenos Aires la dirigencia sigue disputando espacios y midiendo fuerzas, el pueblo peronista del interior vuelve a dar una lección de coherencia y lealtad. En Tucumán se ganó, y se ganó a pesar de todo. Porque, aunque el candidato no representara la mejor versión del movimiento, el triunfo fue posible gracias a algo mucho más profundo: la identidad peronista que habita en cada rincón del interior tucumano.
No es un dato menor que el resultado se haya definido en el interior de la provincia, porque en la capital ganó La Libertad Avanza. Ese contraste marca una diferencia que Buenos Aires debería mirar con humildad: el peronismo se mantiene vivo en los pueblos, en las barriadas, en los lugares donde todavía se cree en la justicia social como forma de vida, no como consigna electoral.
En cambio, en Buenos Aires la discusión pasó por otro lado. El desdoblamiento de las elecciones promovido por Kicillof fue una muestra más de cómo los intereses individuales terminan prevaleciendo por encima del proyecto colectivo. En lugar de fortalecer el movimiento, se buscó mostrar poder dentro del aparato. Pero sin aparato, el resultado habría sido otro. Si no se desdoblaban las elecciones —como bien advirtió Cristina, una vez más con visión política—, todo el peronismo bonaerense hubiera empujado hacia una misma dirección, y ahí sí podríamos haber dado una paliza histórica.
El pueblo sigue siendo peronista, pero la dirigencia debe saber leer los tiempos. No alcanza con sostener nombres ni estructuras: hay que abrir paso a una nueva generación que piense primero en el movimiento y después en sí misma.
Desde el interior se vuelve a encender la llama del peronismo auténtico, ese que no necesita marketing ni encuestas para entender al pueblo. Ese que nace del dolor, de la memoria y de la esperanza.
AWQAY lo dice claro:
El futuro del peronismo no está en los escritorios, está en el pueblo que todavía cree, resiste y vota con memoria.
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