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Ni yanquis, ni marxistas: Somos peronistas


Por Leonardo Ganzburg

Aquellos que nos dicen zurdos a los peronistas, que suponen que somos socialistas, o los que nos odian porque los medios les enseñaron a odiarnos, no tienen la capacidad mental ni espiritual para comprender la filosofía justicialista.

No somos comunistas ni socialistas, porque no planteamos una lucha de clases. Como dijo Cristo, creemos en el amor al prójimo —es decir, al compañero y la compañera—. Planteamos una Comunidad Organizada, donde cada trabajador importa: desde el campesino hasta el bancario.
En esa organización todos ganan, porque el bien común está por encima del interés individual.

Además, el peronismo le pone límites a los poderes económicos concentrados. Porque sin justicia social no hay patria libre.

La independencia económica permite que el Estado use la economía en beneficio del pueblo y no de las financieras. En nuestra visión, el capital privado y el capital estatal pueden convivir, pero siempre con el pueblo como centro.

“Primero la Patria, luego el Movimiento y por último el hombre.”
Esa es la escala de valores que nos guía. Somos patriotas por excelencia, herederos del pensamiento sanmartiniano, convencidos de que la unidad de las naciones del sur es el único camino hacia la verdadera libertad.

Y el peronismo no es solo política: es espiritualidad en acción. Es amor hecho justicia, es la entrega del que da sin esperar nada a cambio, es la fe del pueblo que no se rinde. Por eso el odio no nos destruye: nos templan. Nos pegan, nos proscriben, nos encarcelan, nos mienten, pero seguimos de pie. Porque el peronismo se aprende y se siente. Se aprende en la historia, en la calle, en la lucha; y se siente en el alma, en la piel, en el corazón del pueblo.

Y hay que decirlo sin miedo: los trabajadores que repudian al peronismo lo hacen por desconocimiento, por no entenderlo, o simplemente porque son unos gorilas.

Perón terminó con la esclavitud de los peones rurales, reconoció derechos a la clase trabajadora que aún hoy se mantienen, y lo más importante: hizo protagonista al pueblo.

Demostró que los trabajadores tienen fuerza, organización y dignidad.

Eso, justamente, es lo que más les duele a los poderosos.

Por eso seguimos acá, firmes, leales, levantando las banderas que otros quieren enterrar.
Porque mientras haya un solo trabajador de pie, un solo pibe con hambre, una sola mujer luchando, habrá peronismo.

Y mientras haya peronismo, habrá esperanza.

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