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Domingo de elecciones: un país herido, pero con memoria


Por Leonardo Ganzburg

Este domingo la Argentina vuelve a votar. Son las elecciones de medio término, donde se renueva parte del Poder Legislativo nacional en todas las provincias. Los principales contrincantes son el oficialismo —representado por La Libertad Avanza— y el peronismo, que en la mayoría de los distritos se presenta bajo el frente Fuerza Patria, aunque en algunos lleva otros nombres.

Llegamos a esta instancia con un país en ruinas. Se destruyeron muchos logros conquistados por el pueblo y se asesinó a la economía popular, que es la única economía real para la mayoría de los argentinos y argentinas. Ese crimen se ejecutó a través de un ajuste diabólico, un achicamiento brutal del Estado y despidos masivos que dejaron a miles sin sustento.

La inflación se mantiene más o menos estable, pero solo porque el consumo está muerto. Fue monstruoso el aumento de precios en los primeros meses del gobierno, sumado a la parálisis de los salarios. Cada vez que los sindicatos lograron una paritaria que recuperaba algo del poder adquisitivo perdido, el gobierno intervino: hay un techo que no se puede pasar. Así queda en evidencia la farsa del discurso libertario. Por un lado pregonan la “libertad” y la “no intervención del Estado”, pero usan al Estado para garantizar trabajadores pobres y disciplinados.

Lo mismo ocurre con el Banco Central. Milei juró que lo cerraría, pero hoy lo usa para intervenir en el mercado cambiario. En definitiva, estamos viviendo una política a medida de la economía financiera: se benefician los usureros, los especuladores, los narcos, los grandes agroexportadores… y el pueblo sigue pagando la fiesta ajena.

A esta altura ya no sorprende que salgan a la luz los vínculos del gobierno con el narcotráfico. Milei lo había dicho sin pudor: “prefiero la mafia al Estado” y “los evasores son héroes”. Pero los escándalos no terminan ahí. El propio presidente recomendó públicamente invertir en una criptomoneda que terminó estafando a miles de personas. Y para rematar, audios revelaron que Karina Milei —hermana del presidente, secretaria general de la Presidencia y jefa del partido oficialista— pedía un 3% de coima en licitaciones de medicamentos de la Dirección de Discapacidad.


Sí, en ese mismo organismo que este gobierno vació, atacó y dejó sin cobertura a miles de personas con discapacidad.

Pero aún hay más. Su política de desregulación provocó decenas de muertes por el uso de fentanilo contaminado; ahogó el presupuesto de las universidades, de la educación en general, de la ciencia y de todo lo que hace a una patria soberana. Privatizó empresas, abrió indiscriminadamente las exportaciones que vacían la industria nacional, y permitió que tropas estadounidenses se instalen en nuestro territorio. Pretende entregar la Argentina de San Martín, de Belgrano, de Güemes, de Azurduy, de Cabral y de Perón a los del norte, para convertirnos en una colonia.
Un país sin industria, sin ciencia, sin educación, sin derechos. Una tierra vaciada donde el pueblo solo sirva para ser usado y luego descartado, bajo la falsa bandera de la libertad.

Todo esto —y muchas atrocidades más que ni siquiera entran en esta nota— muestran un panorama grave, lamentable y catastrófico. Por eso es clave entender qué se vota este domingo: o se vota a la mafia, la más perversa, que no quiere a su país, o se vota al peronismo.
Podrán decir lo que quieran, pero la única verdad es la realidad: cuando gobernó el peronismo, cumpliendo sus tres ejes fundamentales —justicia social, independencia económica y soberanía política—, el pueblo estuvo mejor. Y los grandes capitalistas tampoco la pasaban mal, solo que no podían acumular riqueza a costa de todos.

Cada vez que gobernó el peronismo, el pueblo fue más feliz.
Hoy la gente ya no sueña con viajar o cambiar el auto: solo quiere que alcance para comer.
Por eso este domingo no se vota solo una lista. Se vota entre dos proyectos de país: uno que entrega y otro que construye.


Y la historia nos enseña que, cuando el pueblo se levanta, no hay ajuste, ni mercado, ni colonia que pueda con él.

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