Por AWQAY
La historia argentina tiene heridas abiertas que todavía sangran. Una de ellas es diciembre del 2001, cuando el pueblo salió a las calles cansado del hambre, de la mentira y del saqueo. Bombas de gases, balas de plomo, muertos en Plaza de Mayo y en cada rincón del país. El helicóptero marcó el final de un gobierno que había decidido gobernar contra su pueblo.
Hoy, casi un cuarto de siglo después, los ecos de aquel estallido vuelven a sentirse. La motosierra de Milei no trae libertad ni futuro: trae desocupación, fábricas cerradas, pibes sin comer, jubilados abandonados y una inflación que devora la vida cotidiana. La receta es la misma de siempre: ajuste, deuda, FMI y represión. La diferencia es que ahora todo ocurre a una velocidad aún más feroz.
Línea de tiempo comparada
De la Rúa (1999–2001)
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1999 (asume): promesas de “honestidad y seriedad”. Ajuste inicial, desempleo alto, recesión.
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2000: pide el “blindaje” al FMI → más deuda, bronca social creciente.
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2001 (primer semestre): renuncia Chacho Álvarez, se quiebra la Alianza. Cavallo aplica el “megacanje”.
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2001 (segundo semestre): el corralito hace estallar todo. Estado de sitio, represión, muertos. Renuncia el 20 de diciembre.
Milei (2023–2025)
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2023 (asume): motosierra desde el minuto cero. Ajuste feroz.
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2024: recesión brutal, inflación altísima, salarios pulverizados, FMI como sostén.
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2025 (hoy): fuga de capitales, reservas al límite, pobreza récord, Congreso y calle en resistencia.
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Lo que falta: el equivalente al “corralito” → una medida desesperada que dispare la bronca masiva.
📍 En conclusión: Milei está en la etapa 2000 de De la Rúa, avanzando a toda velocidad hacia su propio 2001.
El fantasma del 2001 no aparece por casualidad. Se alimenta de las ollas vacías, de la bronca en los barrios, de la impotencia de millones que ya no creen en las promesas del “cambio”. Caputo habla de vender hasta el último dólar. ¿Y después qué? Después vendrá el estallido, porque ningún pueblo soporta indefinidamente que lo condenen a la miseria.
La historia enseña: ningún gobierno que se paró en contra de la gente pudo sostenerse mucho tiempo. La bronca popular tiene memoria y tiene destino. El 2001 fue el grito de “que se vayan todos”. Hoy ese grito vuelve a crecer, aggiornado, pero con la misma raíz: dignidad frente al saqueo.
El fantasma del 2001 se acerca, y no lo trae la nostalgia ni el periodismo agorero. Lo trae la realidad, lo traen las políticas de un gobierno que se cree eterno pero que ya empezó a cavar su propia tumba política. Lo trae el hambre y la injusticia.
La pregunta no es si el pueblo va a reaccionar. La pregunta es cuándo. Y la respuesta está en cada barrio, en cada fábrica, en cada plaza. Porque si algo nos enseñó la historia, es que cuando los de arriba no dan respuestas, los de abajo las construimos.

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