Por AWQAY
Un mensaje claro para quienes todavía apoyan a este Gobierno: ¿cómo pueden respaldar un proyecto que busca generar más pobreza para beneficiar a unos pocos que siguen acumulando riquezas? Cada medida golpea directo a los laburantes, a las pymes y al pueblo, mientras unos pocos se llenan los bolsillos.
En las últimas semanas la economía se descontroló y el Gobierno volvió a hacer lo único que sabe: sacar plata de circulación para que no se dispare el dólar.
Ayer, el Banco Central llamó de urgencia a los bancos y les dijo:
“De cada 100 pesos que tengan, 45 no los pueden tocar. Y parte de esa plata me la van a dar a mí en papeles (títulos públicos) que recién les voy a devolver a fines de noviembre”.
Antes este cálculo se hacía por promedio mensual, lo que dejaba margen para que los bancos se acomoden. Ahora será día por día, sin escapatoria.
¿Por qué hacen esto?
Porque en la última licitación de deuda al Gobierno no le prestaron casi nada: de todo lo que vencía, solo pudo renovar el 61%. Eso dejó $5,8 billones sueltos en la calle, y tienen miedo de que esa plata vaya directa al dólar y lo haga saltar.
¿Qué pasa cuando secan la plaza de pesos?
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La gente tiene menos para gastar.
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Los comercios venden menos.
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Las fábricas producen menos.
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Se cierran negocios y hay más despidos.
O sea: menos plata en la calle, más pobreza en los barrios.
Los únicos que ganan con esto son los exportadores, los especuladores y los acreedores. El resto, como siempre, somos los laburantes, las pymes y el pueblo.
¿Estamos lejos de un corralito?
No demasiado. Aunque todavía no es un corralito como el de 2001, las medidas actuales son un “corralón bancario”: los bancos deben inmovilizar fondos y pierden liquidez, lo que podría derivar en restricciones directas a los ahorristas si la situación empeora. El fantasma del corralito ya no parece tan lejano.
La alternativa lógica
Sería mucho más justo y eficiente invertir en producción e industrialización, generar empleo, fortalecer la economía interna y reducir la dependencia del dólar, en lugar de empobrecer al pueblo para intentar sostener su cotización.
La realidad es clara: las medidas actuales secan la economía, empobrecen al pueblo y benefician a unos pocos, mientras la amenaza de un corralito acecha cada vez más cerca.

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