Por AWQAY
En la Argentina de hoy, la economía es una sucesión de golpes bajos al pueblo trabajador. No hay respiro, no hay buenas noticias: todo es ajuste, hambre y saqueo.
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Los precios no paran de subir. Ir al supermercado es una pesadilla: carne, leche, pan, todo se dispara. Las familias cada vez vuelven con menos.
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El salario no alcanza. El mínimo vital y móvil es un chiste de mal gusto: ni siquiera cubre la canasta básica. Un sueldo entero no alcanza para vivir, apenas para sobrevivir.
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El consumo se desploma. Comercios cerrados, fábricas apagadas, pymes quebradas. El movimiento económico se frenó: la calle está muerta.
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El trabajo se precariza. Crecen las changas, los repartos, el rebusque. La informalidad es el único horizonte para millones.
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La deuda y la timba gobiernan. Los bancos mismos hoy están atados con alambre: con el aumento de los encajes del 45 % al 50 % del BCRA, su margen se achica y la operatoria se complica. Pero no nos confundamos: si bien los bancos no se están llenando de guita como antes, los que sí hacen negocio son los que se mueven por fuera del sistema: financieras paralelas, usureros, especuladores, cuevas, fondos que viven de la bicicleta.
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Exportadores y mineras festejan. Con la baja de retenciones al agro y las regalías cero a las mineras, los que tienen dólares y recursos naturales hacen caja. El Estado les regala beneficios mientras el pueblo ajusta.
En conclusión, hoy en Argentina la economía solo le sonríe a unos pocos: los especuladores, los usureros y los grandes exportadores. Al resto nos queda el ajuste, la pobreza y la resistencia.
La foto es clara: este modelo no es un error, es un saqueo planificado.

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