Por AWQAY
Hay dolores que no se explican.
Dolores que no salen en la tapa de los diarios ni se cuentan en el PBI.
Dolores como abrir la heladera y que no haya nada.
Como ver a tus hijos con hambre y no saber qué decirles.
Como trabajar todo el mes, romperte el lomo, y que no te alcance ni para la leche.
No tener para comer no es un accidente.
No es una mala racha.
Es una violencia planificada.
Es una forma de castigo para los de abajo.
Una mordaza que aprieta desde el estómago.
Una estrategia de disciplinamiento.
Porque el hambre te quiebra, te culpa, te aÃsla.
Te hacen creer que el problema sos vos, cuando en realidad es este sistema que te condena.
El mismo que sube el dólar, pero te baja el sueldo.
El que subsidia a las grandes fortunas y te cobra el pan como si fuera oro.
El que entrega el paÃs al FMI mientras vos contás las monedas para un paquete de fideos.
El que habla de libertad mientras tu familia se va a dormir con el estómago vacÃo.
¿Qué dignidad hay cuando hay que elegir entre pagar la luz o comprar un litro de leche?
¿Qué justicia hay en un paÃs que alimenta al mundo pero tiene pibes revolviendo la basura?
¿Qué futuro nos venden si en el presente nos están matando de hambre?
Esto no es una crisis.
Es un saqueo.
Es la riqueza de unos pocos construida sobre el hambre de todos.
Y no es nuevo.
Siempre que gobernaron para los de arriba, a nosotros nos tocó el hueso.
Siempre que vinieron con promesas de “orden” y “libertad”, nos dejaron sin trabajo, sin techo, sin comida.
Pero no nos van a quebrar.
Porque hay algo que no nos pueden quitar:
la memoria, la solidaridad, la rebeldÃa.
En cada olla popular, en cada merendero, en cada abrazo entre vecinos, está latiendo una respuesta.
Porque solos no podemos, pero organizados sÃ.
Porque si el pueblo tiene hambre, es hora de pelear.
No para mendigar, sino para recuperar lo que nos pertenece: el pan, la dignidad, la Patria.
Que lo escuchen bien:
No nacimos para morir de hambre.
No nacimos para agachar la cabeza.
Somos hijas e hijos de un pueblo que supo construir justicia social.
Y lo vamos a volver a hacer.
Con organización, con unidad, con coraje.
Porque si tocan la mesa de un argentino, están tocando la historia entera.
Y eso no se perdona.
Ni se olvida.

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