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El precio del rescate: Argentina entre la dependencia y la entrega


Por AWQAY

Estados Unidos salió al rescate de la Argentina, pero no gratis. El swap récord, la compra de bonos y las “condiciones suaves” que se filtraron pintan un cuadro claro: no estamos ante un acuerdo económico, sino ante un movimiento geopolítico donde la soberanía queda en segundo plano. ¿Qué significa este pacto para el país productivo, para los trabajadores, para la democracia y para el futuro? AWQAY lo analiza.


1. Un rescate que no es un rescate

Estados Unidos anunció un swap de 20.000 millones de dólares y la compra de bonos argentinos para “estabilizar” la economía. Desde el Tesoro hablan de compromiso, de confianza, de asistencia estratégica. Pero detrás del marketing diplomático, lo que queda en evidencia es otra cosa:
no es un préstamo, es un ancla política.

El movimiento llega en un momento clave, justo cuando la crisis local es profunda y el gobierno necesita mostrar “resultados”. La ayuda funciona también como un aval electoral y una señal al mercado. Pero EE.UU. no hace beneficencia: juega poder, influencia y control.


2. El costo real: soberanía condicionada

El Banco Central sostiene que el swap amplía herramientas de política monetaria y da alivio. Es cierto: oxígeno inmediato, aire para desactivar incendios.
Pero cada punto del acuerdo tiene una puerta trasera.

Como parte del “apoyo”, Washington pide que se mantenga el rumbo económico: apertura comercial, desregulación, flexibilización y alineamiento con su agenda. No es un consejo: es una advertencia.
Ayuda sí, autonomía no tanto.

De a poco, la política económica se empieza a escribir más en inglés que en castellano.


3. La entrega comercial: cuando abrir no es libertad, es subordinación

La negociación con EE.UU. incluye una batería de concesiones comerciales que afectan directamente la producción nacional. Desde beneficios arancelarios para bienes estadounidenses hasta facilidades para ingresar productos que compiten con los nuestros.

Uno de los capítulos más delicados es el de la carne: aunque el gobierno intente bajarlo del escenario, lo cierto es que cualquier apertura que permita el ingreso de carne estadounidense o que comprometa el mercado local es un golpe directo a uno de los motores históricos del país.

Argentina no solo produce carne: es potencia mundial.
Aceptar condiciones que pongan en jaque la cadena ganadera no es apertura, es entrega.


4. Impacto social: los que ganan y los que pierden

Mientras la macro respira por un rato, el costo social se empieza a sentir en los sectores productivos y laborales.
Un acuerdo que beneficia a grandes exportadores, intermediarios financieros y grupos concentrados puede dejar afuera a quienes sostienen la economía real: pequeños y medianos productores, PyMEs industriales, trabajadores rurales y urbanos.

La apertura sin protección no es competencia, es expulsión.
La dependencia financiera no es estabilidad: es vulnerabilidad.

El país productivo —el de las economías regionales, el interior, los trabajadores— queda expuesto a una tormenta que no generó, pero que va a sufrir en primera fila.


5. El trasfondo geopolítico: poder, alineamiento y control

Este acuerdo coloca a la Argentina en el centro de una nueva estrategia de EE.UU. para recuperar injerencia en América Latina.
El mensaje es claro:
“Si querés estabilidad, te alineás.”

La Casa Blanca no solo respalda al gobierno: lo condiciona.
La política exterior argentina deja de ser un mapa propio y pasa a ser un calco del norte.
La política económica abandona la búsqueda de modelos alternativos para seguir la receta de manual del neoliberalismo financiero.

Es un movimiento que recuerda viejas épocas: cuando las potencias jugaban con la región como tablero, y cada rescate escondía un pacto de dependencia.


6. Lo que queda para el pueblo argentino

Para la gente común, para el laburante, para el que vive de su trabajo y no de los mercados, lo que se viene es incertidumbre.
Un país más abierto a intereses externos y menos comprometido con su producción interna es un país con menos trabajo, menos desarrollo y menos futuro.

Y ahí está el verdadero riesgo:
que la necesidad inmediata nos haga aceptar condiciones que hipotecan el mañana.


7. Conclusión AWQAY: este rescate no es salvación, es encrucijada

Argentina necesita estabilidad, sí.
Pero no a cualquier precio.
El problema no es recibir ayuda: es aceptar que esa ayuda venga con ataduras que comprometen nuestra soberanía, nuestra industria y nuestro modelo de desarrollo.

Hoy el desafío es político y social:
abrir los ojos, entender lo que está en juego y no dejar que nos vendan “rescate” cuando lo que hay son exigencias disfrazadas de cooperación.

El país que lucha, el país que produce, el país que resiste, no se merece un futuro condicionado por decisiones ajenas.
En AWQAY vamos a seguir señalando lo que muchos intentan esconder: la patria no se negocia.

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