Editorial | AWQAY
Otra vez, como un eco que no cesa, vuelve la estrategia de proscripción. Esta vez no con decretos militares ni fusilamientos mediáticos, sino con ropaje institucional: una “Ley de Ficha Limpia” que pretende, bajo la excusa de la transparencia, bloquear candidaturas de quienes incomodan al poder real.
No se trata de combatir la corrupción. Si así fuera, habría una limpieza transversal que abarque a todos los espacios. Pero no. El blanco es claro: Cristina Fernández de Kirchner, la única figura con capacidad de disputar sentido y poder en una Argentina arrasada.
El mecanismo ya es conocido. Primero se demoniza. Luego se judicializa. Se construyen causas sin pruebas firmes, se crean condenas mediáticas y se dictan fallos en tiempos políticos precisos. El objetivo: que no pueda ser candidata. Que no vuelva. Que no incomode.
Pero lo que incomoda no es Cristina. Lo que incomoda es el proyecto histórico que representa: la ampliación de derechos, la recuperación de soberanía, la participación política de los sectores populares. Eso es lo que el poder económico y mediático quiere enterrar.
Nos quieren convencer de que proscribir es limpiar. Que impedir que el pueblo elija libremente es una forma de sanear la democracia. Lo llaman ficha limpia, pero huele a gorilismo viejo. Cambian las formas, no el fondo.
En 1955 lo hicieron con bombas. En 2025 lo quieren hacer con leyes. Pero el resultado es el mismo: negar al pueblo su derecho a elegir.
Desde AWQAY lo decimos con claridad: no hay democracia posible sin justicia social, ni justicia sin memoria. Y la memoria popular sabe que cuando la proscripción aparece, la resistencia no tarda en nacer.

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