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“La Jefa”: Karina Milei, la sombra de un poder sin control


Por AWQAY

Desde que Javier Milei llegó a la presidencia, Karina Milei —su hermana menor— se transformó en la figura más poderosa del gobierno sin haber sido votada. Secretaria General de la Presidencia, mano derecha del mandatario y autodefinida como “El Jefe” dentro del entorno libertario, Karina construyó un entramado de poder que combina discrecionalidad, opacidad y denuncias de prácticas preocupantes.

Una funcionaria sin urnas, con poder total

Designada por decreto (DNU 13/2023) como Secretaria General, Karina Milei centraliza desde Casa Rosada decisiones que exceden lo administrativo. Cada ministro, secretario o vocero político debe pasar por su filtro. Fuentes internas, legisladores y hasta aliados oficiales coinciden en algo: nada se mueve en el Ejecutivo sin su autorización.

Su presencia en actos oficiales y decisiones políticas la posicionan como una figura de peso, incluso superior a jefes de Gabinete o voceros. Sin embargo, al no tener un cargo electivo ni controles parlamentarios, opera en un espacio fuera de los mecanismos tradicionales de rendición de cuentas.

Designaciones irregulares y un círculo íntimo

Numerosos nombramientos realizados en áreas claves del Estado —sin antecedentes en gestión pública— responden directamente a su círculo. Algunos vienen de consultoras privadas, otros del entorno personal. La gestión se cerró a técnicos o funcionarios de carrera, generando tensión incluso dentro de la estructura libertaria.

Uno de los escándalos más notorios fue el caso Libra, una empresa tecnológica con vínculos opacos que buscaba implementar sistemas de registro basados en blockchain para áreas sensibles del Estado. El acuerdo, que evitaba licitaciones, fue impulsado por Karina Milei. Tras las denuncias públicas, el Gobierno lo frenó, pero no hubo explicaciones oficiales.

¿Cobraban para ver al presidente?

En marzo de 2024, el periodista Horacio Verbitsky reveló en su portal El Cohete a la Luna que empresarios y dirigentes de diferentes sectores denunciaron que debían pagar sumas de dinero para poder reunirse con el presidente Javier Milei. Las gestiones, según esas fuentes, eran canalizadas por el entorno de Karina Milei. Aunque no hubo denuncia formal ni investigación judicial, el hecho generó un fuerte revuelo en medios y en sectores empresariales, donde se hablaba de “peaje institucional”.

El Gobierno negó los hechos, pero no mostró registros transparentes de audiencias ni criterios claros sobre quién accede al Presidente. En un contexto de ajuste y conflicto social, las acusaciones generaron aún más sospechas sobre la verticalidad con la que se administra el poder presidencial.

Concentración sin controles

El rol de Karina Milei plantea un dilema de fondo: ¿es compatible este tipo de poder con una república democrática? En un gobierno que se promociona como “anticasta”, la concentración de poder familiar y sin control representa una contradicción estructural.

Con sus decisiones sin debate público, influencia directa en la gestión estatal y manejo discrecional de recursos humanos, Karina Milei es hoy una figura central y opaca. La pregunta ya no es cuánto poder tiene, sino quién la controla.

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